jueves, 3 de diciembre de 2009

REBELDIA S.A.


Hace tiempo que el rock and roll fue deglutido y nadie duda que a esta altura se convirtió en una mercancía como cualquier otra. Salvo algunas bandas que intentan nuevas y originales formas de autogestión, organización, expresión y reflexión acerca de la experiencia artística, se ha consolidado una especie de círculo del éxito en el cual para triunfar hacen falta ciertos atributos más bien afines con necesidades del mercado que con cualidades o gracias artísticas.
Es probable que allá por los dorados ´60 y ´70 los jóvenes hayan usado esta expresión artística para desafiar cierto orden establecido, además de algunas normas de convivencia social como cortarse el pelo y casarse rapidito. Muchos de los jóvenes de aquellas generaciones cuestionaban toda una forma de producir basada en la explotación y concentración de la riqueza.
Hoy el Rock and Roll es un producto más, que se compra como tal y se vende como tal. Mientras los pibes creen que encuentran su identidad ensuciándose la ropa, tomando cerveza o vino en una vereda o destrozando teléfonos públicos, músicos-empresarios y empresarios-músicos cuentan billetes. El modelo actual de rebeldía es Pity Álvarez, y aparece una vez por mes en la tapa de Espectáculos de Clarín por comer comida en mal estado, hacer bandera de meterse cualquier falopa encima o “estar en cualquiera”, mientras vende la transmisión de la tan promocionada vuelta de Viejas Locas a Canal 13.
Como todo negocio, siempre se busca minimizar costos para conseguir el producto más rentable posible al venderlo. Esta ecuación en idioma “rebelde”, “transgresor” o “rockero” se puede conseguir de las siguientes maneras:

1) Bajando la remuneración que se paga a los músicos (los rockeros consagrados son más caros, pero tocan poco porque ya son conocidos y los nuevos son más baratos pero con necesidad de ser conocidos).
2) Bajando los gastos de publicidad: cuestión difícil, sobre todo teniendo en cuenta que los que producen estos espectáculos, en general, tienen grandes negocios con las agencias de publicidad.
3) Bajando los gastos en infraestructura y seguridad para los asistentes al recital.

Cuando murieron casi 200 pibes en el recital de Callejeros hace ya casi cuatro años, se buscaron durante mucho tiempo los responsables penales de aquella catástrofe. Recién ahora las conclusiones van cayendo hacia la responsabilidad empresaria que es compartida por los organizadores y los dueños del local.
Un nuevo ejemplo de irresponsabilidad y avaricia empresaria ha generado que un pibe de 17 años termine internado de gravedad. ¿A dónde apuntar? A los miembros descerebrados de las Policía Federal, a los que se los nota siempre felices golpeando jóvenes, y la productora FENIX que, por ganar más dinero, organizó un recital de asco.
A disfrutar de la música pero, antes de rebelarse contra las injusticias, pensar un rato de verdad, y ¡a rebelarse con todo!

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